viernes, 9 de diciembre de 2011

Hace 2012 años tampoco abrieron las puertas al niño

Todos somos ciudadanos, nadie sin hogar: ¿Es digno ser invisible a los ojos de los demás? ¿Es digno ser un número, un expediente? ¿Es digno el rechazo? ¿Es digno que no les atienda un médico? ¿Es digno no poder solicitar una tarjeta de salud por no conseguir todos los papeles? ¿Es digno enfrentarse a un montón de trámites que no entienden y que nadie les explica, para acceder a un abogado? ¿Es digno que los medios de comunicación construyan y vendan morbo, a costa de sus problemas? No los conocemos, no profundizamos en lo que los pasa. Los criminalizamos por pobres, borrachos, drogadictos, enfermos o sucios; se les juzga culpables y se les ve como amenaza. La persona que no ha vivido nunca así no lo entiende; eso les pasa a otros, no a mí, dice, y cuando pasa a su lado, ni le mira. Y se siente menos que un perro. Llegan a esta situación por distintas circunstancias, pero tienen derecho a que se les respeten y tienen derecho a cambiar. Quieren tener derechos, sin rehuir obligaciones. Necesitan espacios en los que se les ayude a curar sus problemas físicos y psicológicos, y poner en orden su vida. Pero no vale cualquier ayuda. Le dan dinero a la puerta del súper y eso le anima a seguir pidiendo, le conformas la situación; pero, en el fondo, saben que necesitan otra cosa: un trabajo, un hogar. La situación se les hace insostenible y beben para tener fuerzas y aguantar la indignidad de no tener dónde asearse, de pedir limosna, de no tener un sitio al que ir. Hay un modelo de sociedad individualista que creamos nosotros mismos, que hace que ni siquiera conozcamos a nuestro vecino. Esto genera una red social muy debilitada, que nos coloca a cada uno de nosotros en una situación de vulnerabilidad extrema en la que nadie está libre de no caer». Saludar al vecino de enfrente, o preguntar qué tal se encuentra a la mujer que pide en la puerta de la parroquia, en lugar de sólo darle una moneda, crea una sociedad diferente y, eso, también está en nuestra mano

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